28 jun 2015

CHILE EXPORTA EL TRIPLE QUE ARGENTINA

Chile ya exporta el triple que la Argentina, pese a tener menos de la mitad de sus habitantes. El país trasandino registró per cápita ventas externas por 4.358 dólares anuales, casi tres veces más que los números locales, que totalizan 1.671 dólares por persona. Uruguay, Paraguay y Ecuador también exhiben números más favorables
Detrás de los siempre optimistas datos oficiales de la Argentina, un análisis de los números nos permite vislumbrar una realidad diferente: nuestro país ocupa un bajo lugar en el ranking latinoamericano de exportaciones por habitante, según el estudio elaborado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre en base a datos del Banco Mundial y World Factbook. En este contexto, observamos que Chile exporta per cápita casi tres veces lo que exporta la Argentina. Mientras que las ventas externas por habitante del país trasandino alcanzan los 4.358 dólares anuales, las de la Argentina totalizan 1.671 dólares. Esto se da a partir del hecho de que las exportaciones de Chile -un país de 17 millones de habitantes- son superiores a 75 mil millones de dólares, mientras que las de la Argentina -un país con más 43 millones de habitantes- son cercanas a 72 mil millones.Esta situación se repite también si miramos lo que sucede con respecto a Panamá, país que exporta 4.248 dólares por habitante. En el caso de México, las exportaciones per cápita duplican a las de Argentina (3.160 dólares). También Venezuela (3.081 dólares) –país en el que las exportaciones de petróleo estatal superan el 90 por ciento del total- y Uruguay (3.077 dólares) duplican las ventas externas por habitante de la Argentina. Incluso Paraguay (1.956 dólares) y Ecuador (1.699 dólares) exportan más por habitante que nuestro país. Diversas son las explicaciones para analizar este fenómeno. Por un lado, la gran internacionalización experimentada por algunas economías latinoamericanas en las últimas décadas, como las de Chile y México (también lo es en el caso de Panamá, aunque es su tamaño es menor). Ambas han crecido a partir de una integración hacia la economía global. En el caso de Chile a través de la reducción de sus barreras arancelarias y no arancelarias, proceso complementado por decenas de acuerdos de libre comercio y preferencias comerciales, construidas a partir de un clima institucional previsible y amigable para la inversión. Los datos referidos al PIB per cápita de Chile refuerzan esta idea de crecimiento: mientras en 1990 se ubicaba en quinto lugar en América Latina -con 2.388 dólares corrientes-, en 2011 ya alcanzaba el primer lugar con 14.512 dólares por habitante, representando un crecimiento de cinco veces. En el caso de México, la sinérgica inclusión en la economía global se produjo en base a la integración de este país al acuerdo de libre comercio existente entre los Estados Unidos y Canadá, dando origen al NAFTA en 1994 (Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte), complementado por otros tratados como el firmado con la Unión Europea. Más allá de los temores y la fuerte oposición despertada en los Estados Unidos -donde los sindicatos sostenían que las empresas americanas se radicarían en México por el menor costo de su mano de obra- y en México –donde las empresas temían la invasión de productos más competitivos desde el país del Norte-, el NAFTA se concretó y demostró crear una situación en la que todas las partes se beneficiaron a partir de la multiplicación del intercambio comercial en base a las diferentes ventajas competitivas. Al celebrarse los veinte años de la entrada en vigencia del acuerdo, datos del Banco de México (2014) señalan que las exportaciones de ese país con los Estados Unidos crecieron 492 por ciento, mientras que las dirigidas a Canadá lo hicieron en un 556 por ciento. Contrariamente, la economía argentina se mantuvo de espaldas a esta tendencia de globalización de la economía. Sin ir más lejos, los datos de exportaciones e importaciones del presente año 2015 muestran una caída cercana al 15 por ciento en el primer cuatrimestre respecto del mismo período del año anterior, que reafirma la tendencia de cuatro años consecutivos de baja en del comercio exterior del país. Diferentes medidas han contribuido a castigar el intercambio comercial del país. Entre ellas, la pérdida de competitividad derivada de una abismal inflación (de las mayores del planeta) que convive con un tipo de cambio semi-fijo, las restricciones a las importaciones representadas en instrumentos como las "DJAI" (Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación") -que generan una enorme incertidumbre respecto de las posibilidades de abastecimiento productivo-, así como la continuidad de los impuestos a las exportaciones ("retenciones") que castigan a sectores estratégicos que podrían ser motores de la economía. Todo esto sin tener en cuenta otros factores macroeconómicos e institucionales que no contribuyen a generar un horizonte previsible de largo plazo para la inversión y el comercio en un mundo crecientemente global. Según datos de Agnus Maddison, Argentina en 1913 contaba con el décimo PIB por habitante del planeta –por encima de países como España, Francia e Italia- y su producción era superior a la mitad de la totalidad de la de América Latina. Su crecimiento se basaba en el hecho de ser un país abierto al comercio internacional, a las inversiones y a las personas, que había elegido una senda de crecimiento que convirtió a la Argentina en una tierra de oportunidades y esperanzas. ¿Podrá volver a serlo alguna vez?

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