El "Che" teórico abordó algunas de las cuestiones que por entonces el economista norteamericano John Bellamy había desarrollado y elaboró lo que en Cuba se llamó oficialmente el sistema presupuestario de financiamiento. De la misma manera que el autor norteamericano hablaba del dinero algebraico, el "Che" sostenía como una premisa fundamental en su esquema teórico el uso del dinero como dinero aritmético y la no utilización del crédito bancario. Insistía, además, en que eran inconcebibles relaciones mercantiles dentro del sector estatal de una economía socialista como preconizaba Moscú y acataban las economías satélites. El "Che", en cambio, puso en práctica la centralización de la producción. Lo definía con pocas palabras, señalando que entre las empresas socialistas no puede haber tránsito de mercancías, porque no hay cambio de propiedad. Un tema complejo y polémico al cual el Che dedicó gran parte de su actividad teórica, en oposición a los criterios soviéticos que ponían en práctica lo opuesto.
Para él, el modelo de dirección a aplicar en Cuba estaba organizativamente cercano al utilizado en aquellos años por los monopolios capitalistas, más orientado a la centralización que a la descentralización propuesta por el sistema soviético que propugnaba la competitividad entre las empresas estatales. En esa dirección, en Cuba se centralizaron los fondos en efectivo de todas las empresas administradas por el Estado en el Fondo Central en el que todas las empresas depositaban sus ingresos y recibían de allí los recursos necesarios para su desenvolvimiento de acuerdo con las prioridades fijadas por la planificación. Esto resolvía el problema de la carencia de fondos de algunas empresas que, por su tamaño, su falta de organización o la inexperiencia de sus administradores, no podían depender de sus ingresos. La centralización sirvió también para que los administradores tuvieran mayor exigencia en responder por la utilización de los fondos recibidos.
El "Che" tuvo un alto vuelo teórico, tanto en aspectos doctrinarios como económicos. Esto es bueno resaltarlo, porque a veces ingenuamente y otras interesadamente algunos biógrafos no advierten que su creación conceptual no se queda atrás de sus virtudes de combatiente, y enaltecer únicamente sus acciones guerrilleras es retacear la riqueza de sus aportaciones en el campo intelectual.
Preocupados en el bloque comunista por la baja productividad de sus empresas, pusieron en práctica los estímulos materiales. Según el "Che", eso correspondía nítidamente a una concepción capitalista y su hibridización en el campo socialista sólo podía conducir al desastre, como efectivamente sucedería, no sólo por razones de la economía, sino también porque pervertía la esencia moral del ciudadano socialista sin la cual el sistema no podría sostenerse.
Un concepto para él importante y decisivo era la lucha por el desarrollo de la conciencia socialista y la incorporación masiva del trabajo voluntario como un factor fundamental para el desarrollo de una economía revolucionaria. Es esa la base del hombre nuevo, esencialmente diferente y mejor al hombre envilecido por el capitalismo y sólo motivado por el afán de lucro. Él nunca negó la necesidad de utilizar estímulos materiales; es más, otorgaba, dentro de sus atribuciones, premios materiales —televisores, artículos para el hogar, viajes a Europa— en mayor cantidad de lo que actualmente se está dando en Cuba. Luchaba por erradicar la concepción, infiltrada solapadamente en las teorizaciones soviéticas, que veía a la estimulación material como el único motor de motivación laboral y el deplorable ejemplo que la sociedad de consumo da hoy planetariamente no deja dudas de que fue un visionario.
El "Che" era muy consciente de que en determinados asuntos le hacía falta conocer más y entonces se dedicaba a investigarlo; de ahí que, estando al frente del Ministerio de Industrias, llegó a la conclusión de que no tenía suficiente competencia en contabilidad. Buscó un profesor y estudió hasta convertirse en un especialista en la materia. En otro momento, percibió que los métodos económicos matemáticos podrían ser importantes para su función en la dirección económica de Cuba y se dedicó a estudiar matemáticas superiores intensivamente, hasta que un día su profesor le dijo: "Bueno, hasta aquí llegamos, porque todo lo que tenía que enseñarte ya te lo enseñé". Entonces, el Che le respondió: "Entonces sigamos estudiando juntos".
Ya en 1961, el "Che" insistía en que había que penetrar rápidamente en el dominio de ramas industriales que tendían a crecer aceleradamente y que, en definitiva, darían la impronta del próximo siglo. El acento lo ponía en la química, la electrónica, la mecánica fina y de precisión, la técnica de la elaboración de nuevos metales; tenía muy incorporada la convicción de que la electrónica era la ciencia del futuro y que constituiría una medida de desarrollo.
Entre los errores del comunismo soviético, según él, estaba el haber considerado a la cibernética como una pseudociencia reaccionaria por haberse originado en los Estados Unidos, lo que la impregnaba de implicancias filosóficas. Pero, para el "Che", el problema no estaba en la tecnología que el capitalismo había desarrollado sino en sus mecanismos de explotación del trabajo humano. Era claro que era una persona sensibilizada por esto, porque su concepto de la megaplanificación y la megacentralización estatal requerían, para su eficiencia, de estos avances cibernéticos que comenzaban a utilizarse en las grandes empresas capitalistas. El país que dominara la electrónica, insistía, sería un país de vanguardia, por eso llegó a considerar que ese debía ser un problema político fundamental en Cuba. Estos conceptos el "Che" los desarrollaba hace más de cuarenta años.
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