El matrimonio gay atenta contra la célular de la familia. Una vez más el kirchnerismo recurrió a una cortina de humo utilizando a la comunidad homosexual para desviar la atención de la sociedad y de los medios de comunicación, sin medir las consecuencias que generará en la institución familiar el matrimonio gay. Salvo el accionar de algunos activistas, esta medida no responde a un reclamo social, ni homosexual. Nadie puede imaginarse el Registro Civil desbordado de personas de igual sexo desesperadas por contraer matrimonio, dado que este sector de la comunidad supo adquirir derechos civiles mediante la decisión de algunos jueces que sentaron jurisprudencia. Hasta esta instancia resulta necesario respetar la decisión de dos personas adultas. Los ciudadanos homosexuales no necesitan un marco legal para alcanzar la felicidad o para amar al prójimo.
Nuestra postura no implica una actitud homofóbica. Por el contrario, aceptamos que la unión entre homosexuales debe generar derechos y obligaciones, como sucede con el concubinato sostenido en el tiempo. Pero jamás puede ser conceptualizado como matrimonio, puesto que carece de la condición ineludible de la diversidad de sexos. No podemos tampoco permitir que la exacerbación de los derechos de algunos extremistas, afecten los derechos del resto de la sociedad heterosexual, que pone tapujos al exhibicionismo obsceno de cualquier condición. Y mucho menos podemos aceptar que tal tipo de uniones puedan adoptar un niño. Cuando se menciona ligeramente la palabra adopción, nos obliga a fijar una firme postura por quienes no tienen argumentos ni posibilidades de defensa como son los niños, víctimas de la manipulación política y demagógica del oficialismo. El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, que generalmente tiene el fin de procrear. Así se conforma la familia, célula básica de la sociedad. Puesto que de la crianza de los hombres en el seno de la familia, como culturalmente la reconocemos, se inculcan los valores y costumbres que hacen a nuestra identidad mayoritaria, que democráticamente acepta la diversidad, pero nunca la imposición de minorías que lucen como una conquista una reforma que no reconocemos como positiva. Legislador José Luis Bussi.
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