21 ene 2015

NISMAN NO VALE 15 MINUTOS DE CADENA NACIONAL

— ¿La puedo llamar Cristina?
— Claro.
— Bueno, mañana la llamo.
La chanza, ingeniosa, se la hizo un osado humorista a Cristina Kirchner durante un acto en Tecnópolis. Fue hace menos de un año. Todos y todas, los 40 millones de argentinos, tuvieron la chance de ver el cruce en vivo y en directo. Algo así como la democratización del stand up. La Presidenta consideró aquella vez que el Encuentro Nacional de la Palabra merecía transmisión por cadena nacional. No queda claro aún hoy si la jarana encuadraba como “situación grave, excepcional o de trascendencia institucional”, requisitos oficiales para monopolizar, así sea por un rato, canales de radio y TV. Meses atrás, disconforme con el escaso rating de sus obstinadas cadenas, Cristina fue por más. Decidió que las apariciones que ameritaran el uso de esa herramienta mediática debían repetirse en horario central. Tipo Tinelli. Obsesión por el éxito.
El lunes, la Presidenta tenía la oportunidad de reventar Ibope. El país entero esperaba su palabra. La aguardaba, en realidad, desde el miércoles anterior, cuando un fiscal la denunció y pidió su indagatoria por supuesto encubrimiento de los iraníes acusados por el atentado a la AMIA. Entonces, la reacción fue nada. Silenzio stampa.
Tras la muerte aún llena de dudas de Nisman, el lunes Cristina sí habló. Bah, escribió. Por Facebook. A lo Macri. Red social mató cadena nacional.
Sin discutir su alcance, vale el debate: ¿es el medio donde se ponen fotos de perritos el adecuado para difundir un mensaje de este tenor? ¿Basta con tuitearlo después?
La razón la dio ayer Aníbal Fernández: “La carta era demasiado larga para hablar por cadena”. El secretario general de la Presidencia, el vocero más entrenado en un Gobierno difícil de explicar, esta vez la pifió. La carta de Cristina tenía (tiene) unas cuatro carillas. Poco más de 2.000 palabras. Unos 15 minutos de lectura clara. El entretiempo de un partido de Fútbol para Todos. Poco para tanta conmoción.
El año pasado, después de entrevistarla largamente en la Quinta de Olivos, el periodista Jorge Rial le preguntó a la Presidenta por qué no hablaba más seguido con los medios, ya que, a su criterio, era una buena comunicadora. “Porque después me tergiversan todo”, le respondió, palabras más palabras menos, según recordó el conductor en una biografía de reciente aparición.
La cadena nacional tiene esa ventaja. Cero edición. Hubiesen sido 15 minutos blindados de versión oficial.
Cristina dio muestras de discursos sostenidos, a capella, y varias veces improvisó con gracia. Pero siempre en escenarios controlados. No está probada su solidez ante la prensa real. ¿Es la Presidenta tan buena comunicadora?
La reacción en Facebook también repite una debilidad de los Kirchner en el poder: la paralización ante la muerte. Así (no) reaccionaron ante el desastre de Cromañón y la tragedia de Once.
El contenido de la carta difundida por la red social lleva a preguntarse también si le convenía a Cristina exponerse. Mostró, otra vez, sus escasos conocimientos de periodista. Para sostener otra teoría conspirativa, se pregunta ¿por qué Clarín pone en tapa una marcha contra el terrorismo en París? Porque había 4 millones de personas, decenas de líderes mundiales y hasta su canciller, aunque en rol de ciudadano.
En las más de 2.000 palabras que contiene la misiva, la Presidenta deja traslucir una particular sensibilidad como mujer y madre: nunca habla de “condolencia” ni de “lamento”, los dos términos más usados ante una muerte. Relata anécdotas irrisorias de sus herederos y menciona a la hija de Nisman para recordarle que su padre, horas antes muerto con un balazo en la cabeza, la había abandonado en un aeropuerto.
¿Y de la denuncia por encubrimiento? Vamos a un corte, chicos.

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